4 de diciembre de 2013

Hay cosas que odio.

Su nombre es Ruperto, pero podría tener cualquier otro, incluso el tuyo o el mío. No tiene más de 60 y...al igual que todos, está muriendo lentamente. La única diferencia es que, según sus propias palabras, "se está pudriendo por dentro". 

Tiene cáncer de colon, las células crecieron descontroladamente y no sólo invaden el intestino grueso, también parte del delgado y el estómago. Ya es demasiado tarde, medicamente no hay nada que hacer, sólo esperar y tener mucha paciencia.

Físicamente es alto, 170 aproximadamente, la enfermedad lo ha adelgazado, piel clara, cabello canoso, ojos negros y nariz respingada. Es callado, casi no dice nada, a diferencia del resto de los 5 pacientes con los cuales comparte la sala de hospital. Sólo habla cuando se le realizan preguntas, o cuando decide discutir con su esposa.

Hoy me llamó y me pidió que me sentara junto a él cinco minutos. - No te quito más tiempo porque se que tienes cosas que hacer-.

Me senté junto a él, desde un principio supe que sería una de esas conversaciones que detesto tener.

- Estoy muriendo - . Se le llenaron los ojos de lagrimas.
- Todos morimos Ruperto-

Miró hacia el techo y dijo:

-No me refiero a eso Ana, sabes de lo que hablo-

-Lo sé-

-Antes de llegar aquí pensaba que los médicos curarían esta enfermedad, pero han sido sinceros y me han dicho que no hay remedio. ¿Cómo podía saber que el Cáncer se desarrolla sin ningún síntoma?. Nunca me sentí mal. ¡Y ahora mírame! ¡No puedo levantarme a bañar!¡No puedo comer solo!
¿Sabes qué es la parte que más me duele?. La carga que se está llevando mi esposa y mis hijas. Ellas están cansadas...y yo también.
Creo que no fui un mal esposo, me hice responsable de mis hijas, las amo a las tres, jamás anduve de cabrón con alguna otra mujer, le guardé respeto a la mía y a nuestra casa.
No sé por qué Dios me castiga de esta manera, habiendo tanta gente que mata, roba, se porta mal y no se enferman.
El punto Ana es que, voy a morir antes de lo que había planeado. Tengo miedo, por mi, por el dolor que le causaré a la gente que me rodea. Pero sobre todo porque no sé con qué me encontraré "allá".

- Escribales una carta, a cada una de ellas, ahorita tiene tiempo libre de sobra, hágales saber todo lo que usted quiere, agradezca, pida perdón, lo que sea. Eso, Ruperto, les ayudará con el duelo el día que deje de estar con nosotros. Yo no le puedo decir que encontrará "allá" porque no lo se, lo único que le puedo decir es que "allá" ya no sentirá dolor, podrá comer todo lo que a usted le gusta e incluso podrá bañarse sólo.

-¿Te puedo pedir un favor?¿Me podrás conseguir hojas blancas y una pluma? Escribiré mientras ellas se van a comer o a descansar, y si la "flaca" viene por mi mientras estoy hospitalizado te voy a pedir de favor que tú se las des, si me dan de alta antes, ya se me ocurrirá algo.

-Claro que si, 

Odié la conversación de principio a fin, odio el cáncer, odio la manera lenta y dolorosa en la que pasan sus últimos días, odio el llanto, odio la muerte y el olor tan peculiar que aparece cuando está cerca de mi. Odio dar el pésame a la familia, odio que me agradezcan entre lágrimas. Odio no poder hacer nada por ellos. Odio amortajar y despedirme de las personas.

Esa, es la parte que odio de ser enfermera.